La casa de los cubos


Kenya Hirata
Ilustraciones de Kunio Kato
Traducción de Mónica Kogiso
Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editora, 2011

La casa de los cubos (Tsumiki no ie) es un caso raro de álbum basado en un corto de animación, y que además ha sido llevado a cabo por los mismos creadores (Kenya Hirata y Kunio Kato). Ambos, de hecho, desarrollan sus carreras profesionales más vinculados a la animación y a la televisión que a los libros infantiles.
Como corto de animación ganó diversos premios, como el del festival de Annecy en 2008, y dos galardones más en Japón, su país de origen, antes de obtener el de más difusión: el Oscar al mejor cortometraje animado en 2009.

El protagonista de esta historia es “el abuelo”, no tiene nombre, y a pesar de ello pronto nos acercamos a él. Vive en una casa sobre el mar, y en las primeras páginas se nos explica el motivo de este inusual escenario: “en esta ciudad, el mar crecía cada vez más”. Así, descubrimos que el abuelo y el resto de habitantes de la ciudad han ido construyendo nuevos pisos encima de sus casas a medida que el agua subía de nivel, abandonando las antiguas estancias para ocupar unas nuevas en el piso superior.
La casa de los cubos (Kunio Kato y Kenya Hirata)
En uno de estos momentos en los que el abuelo ha de construir un nuevo piso porque el actual ya se está inundando, una feliz casualidad (ha olvidado sus herramientas y tiene que bucear recorriendo sus antiguas casas) nos descubre el significado alegórico de estas construcciones, en un viaje al pasado, a los recuerdos alegres y a las pérdidas del protagonista.

Un sencillo pero efectivo juego, el de mostrar la vida como un mar que no para de crecer, y ante el que hay que seguir construyendo el presente sobre los cimientos del pasado. El abuelo se niega a abandonar estos cimientos y comenzar una nueva vida en otro lado, como han hecho muchos de sus vecinos, cuyas casas hace tiempo que quedaron enterradas bajo el agua. Allí, en la base de esos cimientos, fue donde conoció a su mujer, donde tuvo hijos, nietos, donde la vio morir unos años atrás.

Las ilustraciones de Kunio Kato son delicadas y detallistas al mismo tiempo, con trazos a lápiz y acuarelas de colores suaves que se mueven entre el azul del agua y el amarillo del cielo, con algunos detalles de rojo. Esta paleta de colores da al conjunto un aire nostálgico, y ayuda a transmitir al lector el espíritu de una historia tierna y amable que nos deja con una sonrisa en los labios.



Fuente: Revista Babar




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