Ser autor: la exitosa (y larga) lucha de los ilustradores argentinos


Hubo un tiempo no muy lejano en el que ser ilustrador en Argentina significaba crear desde las sombras y conformarse con un pago único por el trabajo realizado. Su estatus dentro de la industria editorial era tan bajo, que su nombre no aparecía en las tapas de los libros y la idea de que cobrara derechos de autor era simplemente inconcebible. Al libro ilustrado se lo consideraba básicamente un texto “adornado” con dibujos, y por lo tanto las regalías eran patrimonio exclusivo del único pilar que parecía imprescindible: el escritor.
Esas reglas de juego comenzaron a cambiar hace tan solo quince años, y en ello tuvo un papel protagónico la fundación, en 1998, del Foro de Ilustradores: una organización profesional integrada hoy por más de 500 miembros, que nació con la intención de instalar en el mundo editorial y en el debate cultural la necesidad de concebir a la ilustración como un verdadero trabajo de autor. El emprendimiento tuvo éxito: “el asunto se tomó en serio y hoy los editores argentinos saben que tenemos que cobrar derechos”, cuenta Mónica Weiss, coordinadora general del Foro hasta el año 2005. A esa puja se sumó, además, la capacidad de autogestión de una nueva generación de ilustradores. Así lo recuerda Diego Bianki, director artístico de Pequeño Editor: “En los ’90 muchos autores que hoy son reconocidos (Christian Montenegro, Podetti, Delius, Liniers, Isol, Diego Parés, entre otros), comenzaron a publicar en editoriales alternativas o a realizar sus propias publicaciones independientes. Se entendió que la legitimación no dependía solamente de insertarse en una gran editorial: los artistas creamos nuestros propios soportes para instalar o legitimar nuestras producciones”.
Y también fueron tras nuevos horizontes. “Creo que la realidad argentina nos llevó a buscar trabajo afuera y expandirnos”, dice Dolores Avendaño, responsable de todas las portadas de Harry Potter para la edición en español. En efecto, esa expansión ha sido tal, que hoy la ilustración argentina está experimentando un marcado éxito a nivel internacional, y ya se habla de un verdadero boom. Para Avendaño, sin embargo, ese boom no es más que una combinación de vocación, talento y sentido de la oportunidad: “En mi caso, tenía muchas ganas de conseguir trabajo como ilustradora y no esperé que me cayera encima o vinieran a ofrecérmelo; salí a buscarlo. Creo que los ilustradores argentinos hacen eso: salen a buscar oportunidades, y las encuentran”.
Bianki está de acuerdo: “el ilustrador argentino es bien aguerrido, talentoso, y se destaca puertas afuera. Busca abrir nuevos mercados permanentemente”.


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