Las preferentes, un drama en viñetas



Un día, atrapó una víbora de longitud razonable, se la enroscó en el antebrazo, le sujetó la cabeza —no necesariamente en ese orden— y se fue a presumir de su flamante adquisición, hasta que su madre le truncó la felicidad sin miramientos. Miguelanxo Prado (A Coruña, 1958) no tuvo más remedio que deshacerse de la serpiente, no sin antes dedicar un buen rato a analizar el método que le permitiría alejarla sin riesgo de picadura. Cuando un profesor le arrancó de la cabeza la idea de estudiar Biología —“Tú no quieres ser biólogo; tú quieres ser Gerald Durrell y eso ya no existe”—, la ilustración ganó un artista, pero los bichos perdieron un amigo.
Tal vez para mitigar aquella renuncia, Miguelanxo Prado se hace concesiones. En su estudio, rodeado de árboles y a cien metros de su casa en una pequeña aldea de Bergondo (A Coruña), mantiene un acuario con cinco tritones. También caracolas y conchas de tonos impensables, semejantes a las que pueblan las páginas de Ardalén y las secuencias de De Profundis (2007), la primera película de animación que dirigió, montada a partir de sus propios cuadros.

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