Un porcentaje de impacientes adolescentes españoles nada desdeñable lee en inglés lo último de Crepúsculo, incapaz de aguardar a la traducción al español. Aún son mayoría los que se sienten incapaces, pero si los planes de bilingüismo en las escuelas se cumplen, en una década casi todos serán competentes para manejarse en ambas lenguas. En España, un país cada vez más multiétnico, las grandes editoriales y los pequeños sellos, amparados por las ventas y la respuesta positiva del mercado estadounidense, apuestan por ediciones bilingües cada vez con más fuerza. Su futuro se vislumbra halagüeño a la vista de un informe del Ministerio de Educación y el British Council, que concluye que el alumno bilingüe tiene más capacidad para aprender. Hay una explicación para ello. Según varios estudios, como uno del Grupo de Investigación en Neurociencias de la Universidad de Barcelona, quienes hablan dos lenguas tienen una mayor facilidad para focalizar su atención en aquello que consideran importante y no distraerse.
SM planea publicar una colección entera en inglés. Y mientras tanto, y desde hace cuatro años, edita volúmenes de un original bilingüismo. La editorial no quería una traducción tal cual de una lengua a otra. "Esa no es la forma de aprender un idioma", opina la editora Elsa Aguilar. "Simulamos la experiencia de un chico español que va en verano a Inglaterra y sigue pensando en su idioma, pero se tiene que defender en otro", se explica. Y en esta línea van todos los libros.
En Silence!: el lago de las niñas mudas, de Fina Casalderrey, una chica inglesa que viene a España le escribe en su idioma cartas a su abuela. O en Quiero ser un difficult teneeger, de Paloma Bordons, se reproducen los diálogos cada vez más complejos entre un adolescente español y los que le rodean en Reino Unido. "Nunca usamos el spanglish. La idea es que el libro no se le atragante a un lector poco fluido en inglés", continúa Aguilar. A medida que pasan las páginas la complicación aumenta, aunque hay cinco niveles de dificultad. Para debutantes de cinco años es Help! mi escoba no funciona, de Paloma Sánchez, "la historia de una bruja española que no entiende al servicio técnico inglés de reparación de escobas".
En McMillan también apuestan por un híbrido entre ambas lenguas. "Trabajamos en libros de texto en inglés desde 1843 y desde 2007 en literatura juvenil en España. Por eso quisimos aprovechar la experiencia anterior y nos ha ido muy bien", cuenta Alicia Fernández. "Nuestra idea era alejarnos del tema escolar. Que el niño se divirtiese y en el contexto aprendiese", continúa. Por ejemplo, olfateando los tres olores de El caso de la basura perfumada, de Javier Fonseca, con ilustraciones de Joaquín González. Este libro, para mayores de siete años, inauguró hace un año la colección Clara Secret, de una niña metida a detective que habla en inglés con su socio en la agencia, el londinense Uan. En el último, El caso del soldado desaparecido, incluso echan mano de la tinta invisible. Para un nivel básico de inglés son las aventuras de la colección Pepe en Inglaterra, de Gordon Recce. Siete títulos en cartoné de apenas treinta páginas en los que Pepe, un niño español pasa una temporada con la familia Parker y descubre el zoo, va de campamento o visita Londres. El texto general es en español y las ilustraciones -que sirven de diccionario- que lo acompañan, en inglés.Anaya cuenta con una colección, We Read / Leemos, que no actualiza desde 2007. En total, diez títulos que incluyen un CD-audio con la locución del texto en inglés para perfeccionar el aprendizaje. Dos británicos, Tony Ross y David McKee, son los autores de todas las obras.
Deanna Lyles, estadounidense, e Íñigo Gil, español, son padres de dos niños y dueños de la editorial Bilingual Readers. Todo empezó por su interés en criar a sus hijos en un ambiente multilingüe y hoy es su modo de vida. Publican libros y materiales propios, convencidos de que la lectura es la mejor forma de desarrollar las capacidades de los bilingües. Su interés es tal que su web, www.bilingualreaders.es, incluye estudios y un consultorio en el que responde el gabinete psicopedagógico Sinews. También participan en talleres y cuentacuentos. Su catálogo está concebido para que los más pequeños aprendan el vocabulario básico de los animales, el cuerpo humano o los alimentos.
"En muchos colegios no les gusta que los libros sean bilingües, pero los padres, que saben poco inglés, lo agradecen", cuenta Andrés López, de Ediciones Buchmann. Ellos están sorprendidos con la gran acogida de la colección Manuela, de Katia Cléber con ilustraciones de Blanca Bk, para mayores de tres años y completada con un audio CD en inglés y español. Tanto es así que se plantean hacer una serie televisiva sobre esta niña de pelo de hojas que aprende vocabulario al ir al dentista, a un restaurante o al supermercado.
Con la cabeza en este mercado estadounidense, Rafael Ros, de Corimbo, edita cada año algún título bilingüe. "Es algo modesto. Tardo dos años en vender 1.500 ejemplares. Menos de Mi pequeño museo del que he vendido 4.000". El volumen ilustra 149 palabras, desde águila hasta zapatos, con detalles de cuadros de maestros de la pintura como El Bosco o Picasso. A Ros le cuesta elegir el cuento pues muchas veces no caben en la página las dos versiones de la historia. Él último título en salir a la venta ha sido Siempre puedes contar con papá / You Can Always Count on Daddy, de Mireille d'Allance.
Pequeño es también el sello Hotel Papel, centrado en "historias en las que no hay guerreros ni princesas, sólo personajes reales que viven historias que tienen que ver con el mundo que nos gustaría construir", cuentan. E incorporan la traducción al inglés para los que están empezando a conocer esa lengua en títulos como María Zambrano (La música de la luz) y Carmen Martín Gaite (A la aventura subida en una pluma), ambos de Luisa Antolín Villota.
La minoritaria poesía también hace incursiones en el bilingüismo. Es el caso de Dulce como un pepinillo y limpio como un cerdito (Sweat as a Pickle and Clean as a Pig), de la autora estadounidense Carson McCullers, publicada por La Poesía, señor hidalgo.
No todo es inglés. La colección Miranete, de Galera, pretende demostrar que las diferencias culturales en convivencia son una verdadera riqueza con la publicación en castellano y árabe o chino. Por el momento, el catálogo lo conforman dos leyendas árabes y dos cuentos del Extremo Oriente.
También la serie Un Libro, un CD, de Kókinos, cancioneros populares infantiles en formato álbum con ilustraciones y textos bilingües en ruso, persa, portugués (de Brasil), idish o lenguas africanas. "Es una colección de unas musicólogas francesas. En las páginas aparece la canción original, la transcripción fonética para que se puedan cantar y la traducción al español", cuenta Esther Rubio, directora de Kókinos. El último título Canciones infantiles y nanas de los arrozales viaja a Extremo Oriente y en otoño Miel y pistacho lo hará a los países árabes. "Los compran padres preocupados de que sus hijos tengan la mente abierta a otras culturas", prosigue.
"Las bibliotecas públicas estadounidenses se preocupan porque perviva la dualidad lingüística y compran para la comunidad latina libros en inglés y español. En España tendrían que estar llenas de obras rumanas, árabes...", sostiene Moreno, de Topka. Tiempo al tiempo.
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