Julia Millán es jienense y librera en Antígona, que cumple 25 años. Además es coeditora del sello sinPretensiones y especialista en literatura infantil.
-¿Qué hace una librera en verano?
-Recomendar y vender libros si estoy trabajando y si estoy de vacaciones hacer lo que apetece y corresponde: cambiar de aires, leer, descansar y disfrutar lo más posible para volver al trabajo con alegría.
-¿Dónde veranea?
-Solemos ir a la casa familiar en Úbeda -mitad pueblo, mitad ciudad, mitad campo, mitad montaña-, cerca del cementerio, lo tiene todo. Y una piscina tremenda, que es donde hacemos la vida.
-¿Qué hace diferente al resto del año? ¿Cuáles serían sus pequeñas manías veraniegas?
-En el huerto de mi madre recojo tomates, pepinos, pimientos, berenjenas, caracoles, eso no es muy original, pero hacerlo cerca de una familia de lagartos que lo vigila y sin que me vea el hortelano que lo cuida es toda una proeza. Tengo la manía de olvidar las cervezas en el congelador, si es que olvidar es una manía. También tengo un gran rastrillo para la maleza y los rastrojos, un ejercicio muy recomendable. Pepito, mi compañero y socio en la librería, tiene la manía de censar hormigueros y atiborrarlos de azúcar.
-¿Cuál ha sido el viaje de verano de su vida?
-El viaje de verano de mi vida fue justamente uno que no llegué a hacer hace más de veinte años: una ruta muy bien planeada en coche, por toda Europa. Me enteré de que estaba embarazada y el médico me lo desaconsejó. Este año hemos podido hacer un viaje algo semejante organizado por mi hija Violeta, la misma que me “impidió” hacerlo en su día. Ha sido maravilloso poder ir con toda la familia (Pepe, mi pareja, y mis hijos Violeta y Eloy) y ¡sin conducir! Una de las ciudades que más me ha gustado en ese viaje ha sido Budapest en invierno, con nieve a rebosar. El Danubio le proporciona una luz y una templanza maravillosas, supongo que en verano será todavía más increíble.
-El verano está asociado a la infancia y a la adolescencia. ¿Le persigue algún recuerdo especial?
-Los veranos eran una loa al sol y a la sal en todas sus variantes, nos pasábamos un mes en la playa: tragos de agua de mar, espetos de sardinas con arena, los altramuces en el cine de verano, el cartucho de camarones del paseo marítimo… Nunca he sido de dulces y helados. Ahora busco cualquier cosa que proporcione sombra y frescor. Echo de menos esa sensación de espacio-tiempo infinitos que teníamos de pequeños y el poder escapar a la hora de la siesta, como si fuera una gran aventura, sin notar siquiera el tremendo calor.
-¿Cuál sería el concierto de tu vida? ¿Y la canción del verano?
-Eso es mucho decir, pero cualquier concierto de flamenco en la calle me proporciona esa bendita sensación de canción de verano. También reconozco que hemos gamberreado mucho con ‘La barbacoa’ de Georgie Dann y ‘La bomba’ de King África, aunque no quede muy fino decirlo.
-¿Cómo se vive el verano entre libros, en una librería como la suya?
-Me encanta porque además de los habituales, viene mucha gente que no puede visitarnos durante el curso. Clientes y amigos que aprovechan estas fechas para visitar la librería, hablar de sus proyectos y sus vidas. También viene gente a la que no conoces y mira todo con una tranquila curiosidad. Es muy agradable cambiar el ritmo de trabajo.
-¿Cuál sería el menú perfecto de un día ideal?
-Me gusta salir a pasear temprano con mi pareja, cuando no abrasa el sol y no hay casi gente por la calle. Tomar un salmorejo de aperitivo, leer a la sombra, no echar siesta y recibir visita de amigos por la tarde. Me encanta encender un fuego por la noche, aunque haga un calor infernal.
-¿Cómo fue la primera vez?
-La primera vez que me escapé de casa era casi verano, también era la primera vez que leía a Borges. ‘El libro de arena’ me resultó difícil, aburrido, y lo olvidé en el autobús de Granada. Me di cuenta de la cantidad de lecturas intermedias que tenía pendientes y de los poquitos años que me faltaban para irme legalmente de casa, así que volví y dejé que el curso de la vida y las lecturas fueran por su cauce natural.
-¿Cuál ha sido el gran personaje, real o de ficción, de sus vacaciones?
-El gran personaje de mis vacaciones es siempre mi madre, a la que solo puedo ver en verano. Somos una familia cada vez más numerosa y es difícil coincidir con todos. Ella mantiene una alegría y una energía que nos arrastran a todos a seguir haciendo cosas juntos de una manera incondicional y divertida. Es ficción y realidad a la vez porque siempre nos ocurren cosas surrealistas y absurdas imposibles de contar fuera.
-¿Cuál es su postura ante el e-book?
-El e-book es un formato más a la hora de leer. Tiene su utilidad como un aparato acumulativo que proporciona cierta comodidad, por ser acumulativo, reitero. No creo que vaya a sustituir al papel ni parcial ni totalmente, al menos no lo deseo, ni como librera, ni como lectora, pero entiendo que el mercado va a cambiar y que habrá que adecuarse. No confío demasiado en los soportes digitales, pero el tiempo lo dirá.
-Antígona, su librería y la de José Fernández Moreno, Pepito, ha cumplido 25 años. ¿Cuál sería el balance?
-El balance es positivo en cuanto que hemos hecho lo que hemos querido durante todos estos años, de una manera personal e independiente. Este negocio no es negocio, es vocación, y como tal hay que sacrificar algunas cosas para encontrar lo satisfactorio. Hemos sobrellevado circunstancias adversas siempre, pero hacer las cosas poco a poco nos ha permitido trabajar sin pánico a los vaivenes políticos o económicos, que son la misma cosa. La cantidad de lectores, amigos y clientes que hemos hecho a lo largo de tanto tiempo, es uno de los mejores premios que nos ha proporcionado la librería.
-¿Cuál es la mejor anécdota veraniega vinculada a su profesión?
-Un cliente de confianza nos pidió que le dejásemos las llaves para venir a la librería como si fuese una biblioteca particular, a pasar las tardes de agosto. No se resignaba a ver la persiana cerrada, decía que le invadía una sensación deprimente; así que accedimos a su petición. Cuando volvimos nos dimos cuenta de que había ordenado pulcramente varias secciones, lo cual agradecimos muchísimo. También vimos que se había dejado olvidada una tumbona.
Fuente: Heraldo.es
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