Hoy os traemos la historia que hay tras el III Premio de Álbum Ilustrado que organiza el Grupo Edelvives. Es la travesía de Manuel Marsol hasta llegar a Ahab y la ballena blanca, su personal reinterpretación de Moby Dick que deja espacio para la ironía, el humor y sobre todo… una genial ilustración.
Hemos charlado con este ilustrador madrileño -que también ha pasado por IlustraTour- para que nos cuente cómo decidió presentarse al concurso y, sobre todo, cómo nació el proyecto del álbum con el que ha recibido este premio editorial dotado con 12.000 euros. ¡Esperamos que os guste!
Marsol quería preparar un trabajo para optar al Premio de Edelvives, pero lo que más le apetecía era ilustrar sobre algo que le apasionase. Cuando leyó en las bases que el proyecto tenía que ser una libre adaptación de un mito, leyenda o cuento popular, pensó rápidamente en Moby Dick. “Es curioso porque se trata de una novela moderna, pero su poder evocador y su simbolismo son tan fuertes que se ha hecho un hueco junto a los grandes mitos clásicos”, explica. Así que para empezar a trabajar juntó el mar de su infancia, los monstruos que le fascinaban -y a la vez le aterraban- de niño, esta novela que había leído hace cinco años y a todo ello le añadió otro sello personal: el humor. Y así, poco a poco y casi sin pensarlo, nació Ahab y la ballena blanca.
¿Por qué Moby Dick? “Lo tenía casi todo: los dinosaurios (la ballena o Leviatán, que no deja de ser un animal prehistórico), los piratas, los viajes marítimos y naufragios, los misterios de las profundidades… el MAR. Eso que me hacía pasar tardes enteras de verano buceando con mi hermana hasta que se nos arrugaban los dedos, rodeados de mújoles, conchas y algas, ensimismados frente a un mundo fantástico y también oscuro. Eso que luego dibujábamos con mi padre en un gran tablero azul con las caracolas y caballitos de mar secos que habíamos encontrado en la orilla“, explica el ilustrador.
Además, se documentó mucho sobre Herman Melville y su novela y volvió a ver la película de John Huston. Y así, a través de las ilustraciones fue encontrando el sentido de lo que quería contar. “Al principio no daba con nada: era una novela tan grande y con tantos mensajes que no sabía ni por dónde empezar. Pero siempre pensaba: voy a disfrutar dibujando y punto”.
Marsol, que trabajó como creativo de publicidad hasta que lo dejó para dedicarse de lleno a dibujar, pronto se dio cuenta que lo que más le obsesionaba de esta historia era el ansia que sentía el marino que buscaba un animal gigante que tenía delante en todo momento pero no lograba ver.
“Y ahí estaba el Capitán Ahab obsesionado buscando a la gran ballena blanca por todas partes, incapaz de verla pese a tenerla delante: la confundía con un trozo de iceberg o con la niebla. Y lo bonito es que esos dibujos también estaban hablando de cosas que me preocupaban ahora, un sentimiento que cualquiera puede identificar: cuando te obsesionas con algo (seas niño o adulto), a veces te centras tanto en encontrar soluciones que aunque las tengas delante no las vas a ver. No sólo el proceso creativo es así, también nos sucede constantemente en el día a día. En ocasiones la única manera de desatascarse es dejarse llevar sin pensar demasiado, y en mi caso la idea fue pasármelo bien dibujando hasta que todo cobró sentido. Si sólo pensamos en cazar la ballena, nunca disfrutaremos del viaje”.
En este punto apareció el humor. Un Ahab sin la amargura ni la sed de venganza del personaje de Melville, que era algo así como una versión oscura de Don Quijote. Seguía siendo cascarrabias y obsesivo, pero sobre todo era tierno en su ingenuidad. “Al hacer la adaptación me quedé solo con los elementos necesarios para lo que quería contar: el mar, Ahab y Moby Dick. Y tuve claro que el mensaje final debía ser más optimista que el de la novela original. Si Ahab pasa por peligros, tanto en el libro como en el álbum, es por su ceguera. Pero el camino al que le llevará en ambos casos es distinto”…
¡Y hasta aquí podemos contar para no destripar el álbum! Sólo deciros que aquellos que hayáis leído la novela de Melville, lo pasaréis genial a la caza de las referencias y guiños que hay por todo el álbum. ¡Esperamos que lo disfrutéis tanto como el propio ilustrador! “El Premio me hace mucha ilusión porque sale de un sentimiento y unas emociones muy personales que han sido compartidas por gente (el jurado) que no me conocía. Me gusta imaginarme a los niños que leerán el álbum con sus padres diciendo: “¡Pero si está ahí, si Moby Dick es ese trozo de hielo gigante!” Y ojalá, por un ratito, puedan sentir (o recordar en el caso de los adultos) aquel misterio y emoción de la infancia que yo experimentaba cuando buceaba con mi hermana”.
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