No parece el peor momento para nacer (o hacerse) ilustrador. Eso se desprende de las declaraciones de los artistas como Paula Bonet y Mágoz que, si bien tienen estilos muy diferentes, están experimentando de forma parecida en sus propias carnes (más bien, en sus propios lápices) un momento de cambio en su sector.
El segundo lo explica así: «Supongo que evolucionamos a una cultura mucho más visual. Las imágenes son una pieza muy necesaria en la nueva etapa digital que vivimos». La cantidad, según él, no implica una pérdida de calidad: «Al día vemos muchísimas imágenes, lo cual hace que como ilustrador me sienta con la obligación de subir la exigencia de mi propio trabajo y sea mucho más crítico con todas las imágenes que consumo a diario».
Paula Bonet, cuyo nombre se ha hecho muy popular incluso fuera del mundo de la ilustración, explica que no todo son ventajas en un éxito inesperado: «Después de casi cuatro años estoy empezando a digerir todo lo que ha sucedido y a ser mínimamente objetiva con todo esto. Me ha costado mucho poder separarme y analizar con objetividad todo lo sucedido. He pasado por momentos grandes de confusión. Mi objetivo nunca fue el encontrar un público tan amplio ni la popularización de mi nombre en ciertos sectores. A pesar de todas las alegrías, ha sido un trabajo duro entenderlo todo y encontrar el lugar desde el que puedo crear y vivir con tranquilidad y coherencia».
Paula Bonet se especializó en los dibujos que son su seña de identidad «por azar, de forma muy poco dirigida». Con ellos quería emitir ciertos mensajes que eran «absolutamente necesarios» para ella en su vida privada. Mágoz, por su parte, descubrió que su lugar estaba en la ilustración conceptual «tras años perdido en un mar de referencias y técnicas», dado que no destacaba por sus habilidades de dibujo. Ahora trata de que sus imágenes sean directas y universales. «El lector les da sentido cuando las observa y entiende el concepto o juego visual que esconden. Al igual que Chema Madoz, Joan Brossa o Shigeo Fukuda, utilizo recursos propios de la poesía visual. Aunque utilicemos herramientas y materializaciones distintas, me gusta pensar que hablamos el mismo idioma».
Al reflexionar sobre el dibujo y la fotografía como formas de enriquecer un texto en una publicación editorial, Mágoz considera que «las ilustraciones no decoran ni acompañan, son un elemento en sí mismo que aporta valor al conjunto de la revista. La diferencia técnica entre el dibujo y las fotografías es que el dibujo permite crear una realidad desde la nada, mientras que la fotografía crea una realidad partiendo de la propia realidad». Bonet opina que «tanto la ilustración como la fotografía pueden aportar, según su intencionalidad y su calidad, elementos y sensaciones muy parecidas. Creo que ambas disciplinas pueden estar más cerca de lo que en un principio puede parecer».
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