Román Belmonte (R.B.): Mis monstruos están muy contentos de tenerte aquí, más que nada porque es la primera vez que nos visita un narrador oral. Me creo en el deber de preguntarte, ¿qué te llevo a esta profesión tan sacrificada?
Pep Bruno (P.B.): Cuando uno conversa con colegas de oficio se da cuenta de que cada uno, cada una, llegó por un camino propio a la profesión. Contar cuentos es algo que todo el mundo puede (y debería) hacer, pero vivir de ello es algo más complicado: uno tiene la sospecha de que son los cuentos quienes deciden en qué garganta se acomodan para ser contados.
En mi caso hubo varios motivos que se juntaron y acabaron empujándome a la escena y la palabra dicha, pero fundamentalmente dos: el gusto por las historias (por leerlas, por escribirlas, por escucharlas, por contarlas) y vivir en Guadalajara, una ciudad de cuento donde la narración oral es muy reconocida y disfruta de gran predicamento.
En cuanto a si es una profesión “tan sacrificada”, sí, es verdad que tenemos que viajar mucho, es verdad que andas todo el día buscando nuevos cuentos para contar, es verdad que eres tu propio administrativo, secretario, gestor, es verdad que cada día con un público nuevo es como si tuvieras que volver a pasar un examen final… pero también es verdad que este es un oficio con muchas gratificaciones que compensan (desde mi punto de vista, con creces) los momentos más duros.
R.B.: Con tantos países, festivales, bibliotecas y centros de enseñanza a tus espaldas, ¿qué consejos darías a los recientemente iniciados en este arte de la transmisión oral?
P.B.: Hay muchas elementos que entran en juego a la hora de contar cuentos para un público, pero quizás haya uno que resulte fundamental: la honestidad. Contar desde la verdad que uno es, articular la historia desde la propia voz, ser consciente de dónde se está. Ser honesto a la hora de contar historias es tener mucho camino recorrido ya de partida.
R.B.: Su/s antología/s de cuentos favorita/s es/son...
P.B.: Hay muchas, claro, te cito algunas, las que primero me vienen a la cabeza ahora: los Cuentos al amor de la lumbre, selección y revisión de Antonio Rodríguez Almodóvar, en Anaya; El círculo de los mentirosos, selección de Jean Claude Carrière, en Lumen; Los cuentos de Ahigal, recogidos por José María Domínguez, en Palabras del Candil; los Cuentos populares albaneses, seleccionados y traducidos por Ramón Sánchez Lizarralde, en Miraguano; los Cuentos de la madre Muerte, seleccionados por Ana Cristina Herreros, en Siruela (bueno, en realidad la colección completa de Cuentos Populares de Siruela es una joya); Cuentos de los hermanos Grimm para toda las edades, adaptados por Philip Pullman, en B de Block; de verdad que podría seguir un rato largo. Y estos son sólo los cuentos de tradición oral. Si entramos en las colecciones de cuentos de autor también tengo para un rato largo.
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