Las ilustradoras Carla Berrocal y Teresa Novoa.
Un libro, un anuncio, un CD, una camiseta… hay pocas cosas en este mundo que no tengan un dibujo. Una ilustración, un color y una estructura que ha sido pensada y llevada a la realidad por un ilustrador autónomo. Un sector donde sus integrantes viven en la precariedad, indefensos y solos frente a las grandes multinacionales que los contratan, los explotan y les pagan mal y a destiempo,
Son tan comunes y habituales que no se valoran. Las ilustraciones de los cuentos o el simple estampado de una camiseta es la obra de alguien, es el trabajo de un ilustrador. Una profesión compuesta en su mayoría por trabajadores autónomos (aproximadamente el 80% los son), cuyo trabajo, a pesar de estar siempre presente -hay muy pocas cosas que no tengan un dibujo- no está valorado ni por la ciudadanía, ni por las empresas que los contratan.
“Somo un sector que mueve muchísimo dinero, pero en el que el autor está totalmente precarizado”. Con esta frase Carla Berrocal, presidenta de la Asociación Profesional de Ilustradores de Madrid (Apim), describe la situación de los ilustradores autónomos en España. Una profesión que está sujeta a una concepción del público muy diferente a la real pues “sigue presente la falsa idea bohemia, que vendió el romanticismo y que ha sido una losa para nuestro sector, que el artista voluble y emocional solo dibuja por hobby. Esto es así porque hay un desconocimiento general de los conocimientos técnicos que tiene un artística, equivalentes a los que tiene un cirujano”.
Esto hace que los ciudadanos tengan en la mente una visión de los ilustradores que dista mucho de la realidad. “El público general piensa y está convencido de que una persona que ha hecho ese trabajo, ese dibujo, gana mucho dinero porque no conoce la realidad. Y luego, dentro del propia industria, los mismos que te están pagando una miseria dan por hecho que estás forrado”, ha descrito Teresa Novoa, ilustradora y responsable de autónomos de la Apim, a Diario AyE,
La realidad de estos ilustradores autónomos es muy distinta, trabajan en un sector precario en el que sienten que nadie les esucha, donde la morosidad, la eventualidad y la poca capacidad de negociación en los contratos es el pan de cada día.
Son tan comunes y habituales que no se valoran. Las ilustraciones de los cuentos o el simple estampado de una camiseta es la obra de alguien, es el trabajo de un ilustrador. Una profesión compuesta en su mayoría por trabajadores autónomos (aproximadamente el 80% los son), cuyo trabajo, a pesar de estar siempre presente -hay muy pocas cosas que no tengan un dibujo- no está valorado ni por la ciudadanía, ni por las empresas que los contratan.
“Somo un sector que mueve muchísimo dinero, pero en el que el autor está totalmente precarizado”. Con esta frase Carla Berrocal, presidenta de la Asociación Profesional de Ilustradores de Madrid (Apim), describe la situación de los ilustradores autónomos en España. Una profesión que está sujeta a una concepción del público muy diferente a la real pues “sigue presente la falsa idea bohemia, que vendió el romanticismo y que ha sido una losa para nuestro sector, que el artista voluble y emocional solo dibuja por hobby. Esto es así porque hay un desconocimiento general de los conocimientos técnicos que tiene un artística, equivalentes a los que tiene un cirujano”.
Esto hace que los ciudadanos tengan en la mente una visión de los ilustradores que dista mucho de la realidad. “El público general piensa y está convencido de que una persona que ha hecho ese trabajo, ese dibujo, gana mucho dinero porque no conoce la realidad. Y luego, dentro del propia industria, los mismos que te están pagando una miseria dan por hecho que estás forrado”, ha descrito Teresa Novoa, ilustradora y responsable de autónomos de la Apim, a Diario AyE,
La realidad de estos ilustradores autónomos es muy distinta, trabajan en un sector precario en el que sienten que nadie les esucha, donde la morosidad, la eventualidad y la poca capacidad de negociación en los contratos es el pan de cada día.
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