Hace ahora cien años, cuando la escuela de la Bauhaus abrió sus puertas en la ciudad alemana de Weimar, se permitió el acceso a las mujeres. Y fueron mayoría entre los estudiantes que solicitaron la admisión.
Cien años después, cuando se habla de la Bauhaus se cita a Walter Gropius, Vasili Kandinski, Paul Klee o Ludwig Mies van der Rohe. Sí, hubo alumnas, brillantes, que se convirtieron en creadoras, brillantes también.
Pero nunca alcanzaron la fama de sus colegas masculinos: la posibilidad de adquirir una educación no es suficiente si después las estructuras y la visión social no acompañan.
Y en la Bauhaus no lo acabaron de hacer, aunque fuera y siga siendo sinónimo de modernidad.
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