“Con la vida patas arriba”, el cómic que refleja la memoria de una pandemia desde la inclusión

“La gente se quejaba por no ir a un bar. Veía lo que estaba viviendo y no lo entendía. Hay gente que estábamos luchando para poder después salir todos a la calle”. Este es uno de los sentimientos, en medio de la pandemia, de Daniel Miranda, trabajador del Centro Integra Aragón de ATADES. Hoy convertido en el autor de “Con la vida patas arriba. Memoria de una pandemia”, título que ha elegido para su tira personal que comenzó a realizar el pasado mes de diciembre y que, en primera persona, cuenta sus vivencias y sentimientos de todo 2020. Este joven de 26 años es trabajador de una de las residencias de ATADES en la que atiende y cuida a personas con discapacidad intelectual.

La historia de Daniel es la de un trabajador en primera línea que, desde el inicio de la pandemia, quiso estar en la zona de aislamiento habilitada en la residencia y que, a pesar del desconocimiento que existía del virus, “me ofrecí como voluntario para estar allí”. Una situación, recuerda, que le llevó a “cambiar mi vida”. “Vivía con mis padres, que eran vulnerables, y para protegerles decidimos mi pareja y yo, irnos a vivir juntos”. Su trabajo, durante meses, se limitó a la zona de aislamiento con todas las medias preventivas y de actuación que suponía la situación de pandemia y para las personas con las que se trabaja, con discapacidad intelectual y vulnerables al virus. Recuerda que los protocolos se pusieron en marcha en cuánto se tuvo conocimiento antes de que comenzará todo y antes de que el virus podía convertirse en pandemia. Daniel “pensaba que lo iba a llevar bien, que iba a ser fuerte pero después de siete meses trabajando en la zona de aislamiento, me afectó a la cabeza”. Una situación por la que tuvo que pedir ayuda, que recibió del equipo de profesionales del centro en el que trabaja, Centro Integra Aragón. Como terapia, “tenía que ocupar mi cabeza. Empecé con la cocina, pero no se me daba bien y como dibujar era mi afición, pensé que quizá pudiera ser mi vía de escape y comencé a expresar mis sentimientos y sensaciones con dibujos acompañados de textos sencillos. Quería que mis compañeros y las personas a las que cuido con discapacidad intelectual también lo entendieran y se vieran reflejadas”. Además, indica, “quería contar mi experiencia y sentimientos mes a mes de una manera sencilla, amena y que todos pudieran entender y, por supuesto, empatizar”.

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