En esta exposición priman dos objetivos. El primero de ellos es que el espectador experimente una vivencia artístico-estética; estética en el sentido del disfrute de algo que proporciona placer, como la belleza del ser humano o de la naturaleza, y artística como adjetivo relativo a las artes, a lo artificial, que induce a la reflexión y la admiración, y llega a lo más hondo de nuestras emociones. El segundo objetivo es el de promocionar y dar a conocer a la sociedad a nueve artistas emergentes aragoneses.
Rosa Balaguer resalta la insignificancia del ser humano introduciéndose en la magnitud de los océanos, con un estilo personal figurativo de trazo impresionista. Gentes anónimas recorren las ciudades y los lienzos de Martta García Ramo, que plasman, como metáfora de captación de un instante de transición vital, el momento en el que esas gentes cruzan pasos de cebra. Emma Gómara desubica la figura humana para sumergir a sus personajes en atmósferas oníricas. En esa fuga de la realidad parece querer darles una vía de escape, un salvavidas, un poco de oxígeno en su búsqueda de la felicidad. Víctor Pastor recoge fotografías del pasado y las traduce a arte pictórico, amplificando con ello los sentimientos que nos provoca el inexorable paso del tiempo.
Remy aborda un terreno real pero inadvertido, captando en sus obras las energías que el mundo moderno ha traído, atrapadas en lienzo, haciendo visible lo invisible, para que tomemos conciencia de su importancia. Un paso más allá de esa invisible realidad, miles de años antes de ese mundo moderno, Susana Sancho se centra en las emociones atávicas del ser humano, aquello que le define y permanece inmutable; sus obras son abstractas poesías sin palabras. Con Valentín Silva el día a día se vuelve surrealista; a través de un personal código, crea ensoñaciones encriptadas que cada espectador descifra utilizando su propia experiencia vital. Bajo la apariencia de figuración realista, Óscar Zarazaga trasciende la cotidianeidad presentándola en una atmósfera que refleja nuestra vida como una sucesión de instantes inadvertidos. Las obras de Zarzel muestran el exterior y el interior de las personas que fotografía. El blanco y negro, las miradas, la importancia de la piel, el diálogo entre fotógrafo y modelo, son sus herramientas para construir el relato que le interesa: el ser humano más allá de la realidad que le rodea.
Fuente: Elperiodicodearagon.com
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