El 10 de agosto de 1963 abrió la Librería París. Sesenta años contemplan esta referencia indiscutible en la cultural Zaragoza.
Felicidades, otra vez felicidades y sesenta veces felicidades.
Sesenta, no: infinitas gracias. Se acaba de jubilar mi cuñado, Ignacio Concellón. Quedan mis hermanos, Pablo y Ester, y yo. Tampoco querría olvidarme de los trabajadores que nos han acompañado y acompañan en este viaje tan bonito que inició mi padre, Pepe.
Lamentablemente, no todas las librerías alcanzan esta edad.
Es cierto que el comercio sufre. Nunca hemos tenido vacas gordas. Quizá por eso hemos sabido nadar en medio de la crisis.
Lloré el cierre de ‘Portadores de Sueños’.
Una librería cerrada es una tragedia. Un escaparate cerrado al libro es una puerta cerrada a la cultura, incluso a la libertad. Además, en las librerías hay un 50 por ciento de comercio, pero también otro 50 por ciento de vocación. Hay que luchar muchísimo para cumplir con todos los pagos, para seguir teniendo la tienda abierta. Somos ocho trabajadores ahora.
¿Una librería es una isla en un mar de ignorancia?
No estamos aislados, estamos bien acompañados siempre. Más que clientes, tenemos amigos.
Una librería cerrada es una tragedia. Un escaparate cerrado al libro es una puerta cerrada a la cultura, incluso a la libertad. Además, en las librerías hay un 50 por ciento de comercio, pero también otro 50 por ciento de vocación. Hay que luchar muchísimo para cumplir con todos los pagos, para seguir teniendo la tienda abierta. Somos ocho trabajadores ahora.
¿Una librería es una isla en un mar de ignorancia?
No estamos aislados, estamos bien acompañados siempre. Más que clientes, tenemos amigos.
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