"El tiempo es el mejor juez, el único, para cualquier artista"


En el panorama actual del arte contemporáneo hay muy pocos artistas en los que su biografía sea tan apasionante como su obra. Uno de ellos es, sin duda, José Luis Balagueró (Romanos, 1930), que ha regresado estos días a Zaragoza, 'su' Zaragoza, para mostrar a los aragoneses qué imágenes ha ido tejiendo en los últimos años. "Soy un mañico con orgullo -asegura-. Siempre vuelvo a Zaragoza". La exposición en el Museo Ibercaja Camón Aznar está llena de color, de símbolos, de formas. Revela un artista comprometido consigo mismo y con su forma de entender el arte.

¿Qué recuerdos tiene de Romanos?
Muchos. Estuve allí hasta que acabó la guerra, pero guardo algunas imágenes nítidas y claras. Recuerdo que tenía un patín, y que lo utilizaba tanto que había hecho un camino en la tierra. Recuerdo la fuente, el abrevadero, la primera vez que vi un nido de pájaros, que me dejó maravillado...

Y recuerdos menos gratos, como la detención de su padre. No hace mucho descubrió qué había sido de él. La historia es sobrecogedora.
Mi padre era maestro de escuela, catalán, y quiso venir a Aragón porque sabía que la región necesitaba maestros. Y eligió el pueblo más pequeño que pudo. Fuimos a Romanos y allí nací yo. Uno de los recuerdos nítidos que tengo, lógicamente, es cuando vinieron a buscarle en agosto del 36. Estábamos en la escuela, él haciendo algo relacionado con las colmenas, porque era apicultor, y yo jugando en el patio. Se lo llevaron, y recuerdo a mi madre, con mi hermana en brazos y con mi hermano tirándole de la falda, intentando impedirlo. Seguimos a los que lo habían apresado hasta que nos apuntaron con las escopetas y nos obligaron a regresar. Luego nos echaron de casa y nos tuvimos que ir a vivir a un corral de pastores que había a las afueras del pueblo.

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