Oscar K: Es que la mayoría de los niños no son imbéciles

ILUSTRATOUR 2011 - en español
ES QUE LA MAYORÍA DE LOS NIÑOS NO SON IMBÉCILES

Las pocas veces que he tenido la ocasión de ver niños recién nacidos siempre he pensado que, con sus arrugas, se parecen a ancianos y que los tengo delante, con toda su vida - breve o larga - atravesándome con su mirada. Estoy convencido de que los estamos infravalorando si los consideramos unos recipientes vacíos esperando a que se les llene. Es que existen. Y es un poco ridículo pensar que se vayan a convertir en algo. Es que ya son. Y están ocupadísimos descubriendo el mundo a su particular y maravillosa manera.

La idea de ver los niños como cuencos vacíos o becomings es una construcción evolutiva que emana del Racionalismo. Se basa en una interpretación pedagógica del clásico paradigma sobre la cultura, la de la formación, que en su versión original sostiene que los seres humanos somos tanto los sujetos como los objetos de nuestra propia educación. Adaptándonos a las condiciones que en cualquier momento nos brindan los tiempos cambiantes, seguiremos evolucionando toda la vida. La interpretación pedagógica añade que, dado que los niños, por pequeños, no pueden ser los sujetos, es deber moral de los adultos trabajar con ellos hasta que éstos sean capaces de relevarlos. Los adultos operarán como sujetos planificadores y los niños serán, pues, moldeables objetos receptores.

Esta forma de considerar al niño como alguien que se está creando, es una construcción de evolución que maneja, institucionaliza y reviste de calidad la visión adulta sobre los niños, la infancia y la cultura infantil como un proyecto conjunto de información, formación y desarrollo, cuya meta es producir las competencias cognitivas y de raciocinio de las que carece el niño.

A lo mejor va siendo hora de que nos interesemos por los proyectos propios de los niños para esos años que los adultos, mirando hacia atrás, denominamos la infancia. Interesar-nos por los niños como personas que existen, como seres que, bajo sus propias premisas, son activos, piensan, se forman culturalmente y actúan en el terreno social.

Es que, por regla general, los niños de hoy no se han vuelto, de repente, más imbéciles que los de otras generaciones anteriores. Sin embargo están obligados a vivir con más ruido del espíritu actual con sus inmensas maniobras de vicios e indulgencias en forma de desazonados entretenimientos y una inflexible realización personal dentro de la llamada cultura infantil. Yo no creo que a los niños de hoy les falten las ganas de leer libros, lo que les falta es el tiempo. Y notar que se les aprecia como personas íntegras aunque solo tengan 5 o 6 años. Si no son imbéciles ni tontos, son individuos cabales, cada uno con sus experiencias y con todos los sentidos abiertos.

Pasemos a “sus” libros, los libros con ilustraciones.
No creo que la creación artística tenga como preocupación máxima el cómo y por quién será recibida. En la mayoría de los casos ni siquiera va dirigida a un público definido sino que surge per se. La responsabilidad del artista atañe sobre todo a la obra en sí, confiando en que, por su fuerza, ésta sea capaz de atraer la atención de otros.

Pero en el caso del libro ilustrado hay una suerte de suposición tácita, en cuanto a de que su formato sea extremo, grande o diminuto, y que tenga muchos colores. También se espera que sea de fácil lectura y de narrativa y estructura sencillas (así como edificantes siempre que sea posible). No tiene que ser muy gordo pero sí dirigirse, principalmente, a un público concreto (léase: los niños, especialmente los más pequeños). El libro ilustrado es para muchos casi sinónimo de la literatura infantil.

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