El compromiso con la literatura. Entrevista a Alfredo Gómez Cerdá


Alfredo Gómez Cerdá es un reconocido escritor de literatura infantil y juvenil con más de cien libros publicados y traducidos a múltiples idiomas, que recibió, entre otros, el premio “Cervantes Chico”, por el conjunto de su obra. En 2009 ganó el premio Ala Delta con Barro de Medellín, una novela que luego mereció otros importantes reconocimientos como el Premio Nacional de Literatura y la inclusión en la lista White Ravens. Hoy nos habla de su último libro publicado en Edelvives: Las venas de la montaña negra, una novela que entremezcla la aventura con un delicado tema social: la realidad de muchos niños de Perú y Bolivia, reclutados para trabajar en las minas. En esta entrevista nos cuenta un poco más de la obra y, también, de sí mismo. Os dejamos con él. 

En tu biografía nos regalas una cita de Alejo Carpentier “los escritores no eligen los libros que escriben, sino al revés: los libros eligen al escritor”. ¿Cómo te ha escogido a ti la historia de Eric Modesto y los niños mineros de Perú y Bolivia?

Esa frase la dijo Carpentier, pero de una manera o de otra la han expresado otros muchos escritores. En unos libros se siente más que en otros, por ejemplo, en mi caso lo sentí de una forma muy clara con Barro de Medellín.

Conocí a un niño de unos nueve o diez años, que se llamaba Eric Modesto, que bajaba corriendo desde Machu Picchu a Aguas Calientes, y lo hacia en línea recta para adelantar en cada curva a los autobuses que bajaban atestados de turistas. Solo pretendía ganarse unas monedas, con las que ayudar a su familia. Este niño, evidentemente, me sirvió de inspiración en el libro, aunque yo no cuento, ni mucho menos, su vida. Recurro  a la ficción, pero como la ficción siempre se entreteje con la realidad, aparecieron los “mineritos”, esos niños de corta edad que trabajan en las minas, sobre todo en Bolivia.

En Las venas de la montaña negra hay detalladas descripciones sobre Cuzco y otras ciudades y lugares de Perú. Sabemos qué has estado allí. ¿Qué te enamoró de aquel lugar? 

Perú es un país que enamora, y no solo por Machu Picchu, que sin duda es uno de los lugares más impresionantes que podamos contemplar en el planeta. Es un país fascinante, con unos contrastes brutales: la costa, la selva, los Andes, las llanuras inmensas del altiplano… Además está la huella de los pueblos y culturas que han habitados esas tierras, algunas envueltas en misterios insondables. Siempre me sentí fascinado por este país, incluso antes de conocerlo. Ya había escrito un cuento antes de visitarlo, El sabio de las cuatro orejas, pero haber escrito recientemente Las venas de la montaña negra ha supuesto para mí recordar y revivir muchas emociones.

La implicación entre la literatura y el compromiso social siempre fue motivo de debate. ¿Cuál es tu opinión al respecto?

El primer compromiso del escritor, sin duda, tiene que ser con la propia literatura, es decir, vamos a crear una obra literaria por encima de todo, con la mayor calidad posible. Y eso nunca lo deberíamos olvidar. Pero un libro, en mi opinión, no debe ser algo vacío, insustancial, anecdótico, sino que debe hacernos sentir y reflexionar. El sentimiento y la reflexión creo que son dos campos magníficos para la literatura. No me gusta la literatura fantástica que se queda únicamente en la fantasía, o la literatura de evasión. Prefiero que el libro me agarre por la solapa, me zarandee, me sacuda; pero que al mismo tiempo me conmueva y me emocione. Luis Buñuel decía que detestaba la fantasía, pero adoraba la imaginación. Soy de la misma opinión.

Las venas de la montaña negra es la quinta novela que tienen como protagonistas a Nico y Marga. ¿Cómo es tu relación con estos personajes a después de tanto tiempo? ¿Cómo han evolucionado? ¿Por qué has decidido recuperarlos para esta obra? 

Nico y Marga se han convertido en los protagonistas de mis novelas de aventuras. Cuando un libro de este género aparece en mi mente, ya los trae de la mano a ellos. La cuestión era que habían pasado dieciocho años desde el último libro publicado y, claro, para mí resultaba algo especial recuperarlos. Lo primero que me planteé fue si el tiempo habría pasado también por ellos; pero enseguida descarté esa posibilidad y los mantuve con la misma edad. Es el dilema de las series: ¿crecen los personajes o se mantienen con los mismos años? Imagino que lo que habrá evolucionado será mi estilo literario, mis planteamientos, y eso espero que me lo vayan descubriendo los lectores. Ahora ya no descarto volver a Nico y Marga en el futuro. Solo será cuestión de que una nueva novela de aventuras empiece a tomar forma en mi mente.

¿Qué historias conmueven a Alfredo Gómez Cerdá como lector?

Siempre he pensado que uno de los territorios fundamentales de la literatura es el ser humano. Me gustan los libros que, por el camino que sea, me hacen reflexionar sobre el ser humano. Y para mí, lo esencial del ser humano son sus sentimientos. Por consiguiente, me conmueven los buenos libros que me conducen a los sentimientos del ser humano, en toda su complejidad. No estoy defendiendo, evidentemente, un tipo de novela sentimental, ni mucho menos sentimentaloide. Creo que la idea está clara.

Sabemos que te fascinan las novelas de aventuras. ¿Qué lecturas te parecen imprescindibles para apasionarse por este género desde la infancia y por qué? 

En primer lugar, Las aventuras de Tom Sawyer y Las aventuras de Huck Finn, dos novelas fascinantes de un nivel literario altísimo. Las he leído varias veces desde que era pequeño. De niño, me quedaba con Tom Sawyer; de adulto, me quedo con Huck Finn. Estos libros, en primer lugar, te hacen viajar en el tiempo y en el espacio; leyéndolos, sientes hasta la humedad del río Mississippi y los bocinazos de los barcos de vapor que lo recorrían; pero además –y enlazando con la respuesta anterior- nos hacen reflexionar sobre el ser humano en todos sus aspectos, positivos y negativos.

Hubo una época que me gustaban mucho los libros de H.G. Wells, como El hombre invisible (¿quién no ha soñado alguna vez con ser invisible?), o La máquina del tiempo. Quizá los dos grandes maestros del género de aventuras sean Robert Louis Stevenson y Julio Verne. Del primero, La isla del Tesoro es un libro perfecto, irrepetible, genial; pero también me inquietó siempre El extraño caso del doctor Jekill y míster Hyde, donde volvemos a la esencia del ser humano, esas dos caras que todos llevamos dentro, el bien y el mal, a veces luchando entre sí a brazo partido. De Verne me quedo con Viaje al centro de la tierra. Y más, como esa novela monumental que es Moby Dick, de Herman Melville. 
Pero siempre citamos a los clásicos y no estaría mal acercarnos a nuestra época y a nuestro país. ¿Cuánto nos cuesta citar a autores contemporáneos y más si son de nuestro país? Yo voy a citar a uno, Joan Manuel Gisbert, que ha escrito novelas de aventuras magníficas, casi siempre mezcladas con misterio, como El misterio de la isla de Tökland, que ya es un clásico.

Eres filólogo, pero no te has dedicado a la enseñanza porque es, en tus palabras, muy difícil. ¿Qué es, para ti, lo más complejo de enseñar literatura? ¿Crees que se debería cambiar la forma de enseñar la literatura en la escuela? 

Para mí la enseñanza de la Lengua y de la Literatura se resumiría en algo muy simple: aprender a “leer” y a “escribir”, es decir, comprender lo que leemos y saber expresarnos. Nada más. Y nada menos. Y sí, claro, debería cambiar la forma de enseñarla, aunque hay profesores extraordinarios, a los que he tenido la suerte de conocer en persona. Alguien que enseñe literatura debe amar los libros, la lectura, y si no es así… no vamos a ninguna parte. No sirve de nada aprenderse autores, títulos de obras literarias, movimientos, épocas… Lo importante es leer. Y el profesor, que tiene que ser un gran lector, debe contagiar esa pasión por los libros. Creo que la literatura no se enseña, sino que se contagia. Y para contagiarla, uno debe estar “infectado” previamente. 

Por último, por curiosidad, en tu biografía has escrito “solo voy a escribir hasta que cumpla ciento treinta y siete años. Después, tengo pensado hacer otras cosas”. ¿Cuáles son esas “otras cosas”? 

Escribí esa frase porque oigo decir a los escritores que no tienen intención de jubilarse y que escribirán toda la vida, hasta que mueran. ¡Qué disparate! Yo, evidentemente, pienso jubilarme el día que cumpla ciento treinta y siete años. ¿Qué hacer después? Como ya me habré hecho muy mayor, intentaré desentrañar por qué motivo la gente muy mayor disfruta con algunas cosas que a mí, hoy en día, en que aun no soy muy mayor, no me suscitan ningún interés, como por ejemplo, jugar a la petanca en los parques, irse de vacaciones en invierno a Benidorm, observar las obras, cruzar la calle por el sitio más inadecuado… Y cosas por el estilo. 

Alfredo Gómez Cerdá ha publicado numerosos libros en Edelvives. Las venas de la montaña negra, su última novela, tiene como protagonistas a Nico y Marga, los personajes principales de Un amigo en la selva (libro que lleva más de 250 mil ejemplares vendidos), El volcán del desierto,  El secreto del gran río y El tesoro del barco fantasma.

Fuente: Edelvives

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