¿POR QUÉ DEJAMOS DE DIBUJAR?


Todos los seres humanos tenemos la capacidad innata de dibujar. El dibujo infantil es una parte fundamental de nuestro desarrollo hacia la comprensión del mundo que nos rodea y todos los niños dibujan, como medio de expresión y como juego. Sin embargo al llegar a la adolescencia algo hace que muchos de nosotros renunciemos a esta capacidad de representación gráfica.

¿Por qué dejamos de dibujar?

No podemos hablar de un motivo único pero sí podemos apuntar algunos factores que sin duda tienen influencia. En primer lugar, la escuela no se ha esforzado en potenciar la capacidad de representación gráfica. Como explica Howard Gardner cuando se refiere a la teoría de las inteligencias múltiples, la educación tradicional se ha centrado en el desarrollo las inteligencias lingüístico-verbal y lógico-matemática relegando a un segundo plano todas las demás, entre ellas la inteligencia espacial dentro de la cual se incluye la capacidad de percepción y representación visual.
Por otro lado, el dibujo se ha asociado históricamente al arte y a la estética ignorando todas sus demás aplicaciones que no tienen una pretensión estrictamente artística. Esto condiciona nuestra manera de mirar nuestros propios dibujos y los que nos rodean, calificándolos de “buenos o malos” en base a cánones estéticos académicos como la proporción, el naturalismo, la composición o el equilibrio cromático. Así, a excepción de aquellos cuya manera de dibujar encaja con este canon o quienes poseen una vocación impermeable a toda crítica, la mayoría acabamos concluyendo que “no sabemos dibujar” o “no se nos da bien” y abandonamos la práctica.

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