Éxito, fama o tontuna miope

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Tengo un montón de amigos de diferentes profesiones: abogados, ingenieros, arquitectos, fontaneros, pintores, cocineros, periodistas, fotógrafos y diseñadores también claro. Otros son directores generales, directores de marketing, gerentes, jefes de departamento… en general gente de empresa. Y también amigos que son tenderos, reponedores, camioneros, profesores, camareros… Y a todos les importa un pimiento la fama o el éxito. A la mayoría lo que les interesa es ganarse la vida lo mejor posible con lo que hacen.
Pero con los diseñadores no pasa lo mismo. ¿Qué nos pasa? ¿Por qué tanta fijación? ¿Nuestra profesión es tan particular para que esto suceda?
A los diseñadores, en general, nos gusta, incluso a algunos les obsesiona, tener éxito. Que reconozcan que somos buenos o que somos los mejores. Reconocimiento por parte de nuestros clientes, de nuestros colegas, de nuestros amigos. En el fondo creo entender el motivo. Viendo el excelente vídeo Miopía de Atipus creo entender la necesidad compulsiva de tener éxito por parte de los diseñadores. Al final es visibilidad. Esta es una profesión muy anónima y tener visibilidad supone que alguien se acuerde de nosotros y pueda contratar nuestros servicios. Es tan simple como eso.
Pero la cosa va más allá. Realmente la generación mejor formada se infecta del virus del éxito porque se le inocula en la escuela de forma reiterada, en cada clase, en cada asignatura. Se educa a los diseñadores sólo en el éxito. No se les muestran los casos de fracaso o proyectos que no han funcionado y las causas del error. Solo cosas molonas, que han sido un supuesto éxito. Hace poco hablábamos de un proyecto que ha salido en todas las revistas, que ha sido un éxito en cuanto a su calidad estética y conceptual, pero que sin embargo ha sido un fracaso estrepitoso en ventas. Solo visibilidad, dinero cero. Un proyecto que se enseña en las escuelas de diseño como referente, como caso de éxito. ¿Es este el tipo de éxito que queremos? ¿Un éxito vacío?
Muchos diseñadores sueñan con vivir en volandas ese éxito creativo; un mundo ideal con clientes que les entiendan y les paguen extremadamente bien su gran brillantez creativa y que todo fluya y fluya sin stop hasta el fin de los tiempos. Un estado ideal, que se anhela, pero que no llega nunca y provoca grandes frustraciones y grandes pataletas y quejas continuas. La realidad se impone.


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