Alfredo Gómez Cerdá: “El joven necesita sentirse reflejado en los libros"


Alrededor de ochenta títulos publicados, entre narrativa infantil y juvenil, sitúan a Alfredo Gómez Cerdá como uno nuestros más destacados autores para niños y jóvenes. Premio Ala Delta y Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 2009 con ‘Barro de Medellín’y Premio Gran Angular con ‘Noche de Alacranes’ 2005, Gómez Cerdá cree “ que infravaloramos a los jóvenes; pero no solo como lectores. Ellos también quieren comprender el mundo que les rodea y mi experiencia con ellos, a través de muchos encuentros en institutos, bibliotecas, etc. así me lo confirma.”
¿Por qué se decidió principalmente por la literatura infantil y juvenil? Su primera vocación era el teatro.
Descubrí el teatro a los quince años y me entusiasmó. Mis primeras experiencias literarias están ligadas al teatro, pero lo cierto es que también escribía narrativa y poesía. Es un momento en el que estás explorando y te estás explorando. Mi primera y única vocación, por consiguiente, es la literatura. Y como ocurre con tantas otras cosas, fue la literatura infantil y juvenil la que me eligió a mí. Es cierto que yo di los primeros pasos, pero enseguida me sentí atrapado por ella.
Toca usted temas muy sensibles en sus libros, la violación y los procesos que van ligados a ésta, el suicidio, el vandalismo que conlleva graves consecuencias, la delincuencia, la muerte en accidente,  el acoso escolar. ¿No cree que la dureza de los temas, y su tratamiento de una forma seria y rigurosa, puedan resultar áridos entre aquellos que se acercan a los libros, o quizás infravaloramos a los jóvenes lectores?
Al enumerar así los temas da la sensación de que mis libros son tremendistas, cosa que no es cierta. Escribir es una manera de tratar de ordenar y comprender tu vida y de tratar de ordenar y comprender el mundo en el que vivimos. Suele resultar un intento infructuoso y desalentador, pero siempre es necesario. La literatura totalmente fantástica y de evasión no me interesa mucho. Siempre me ha gustado el libro como espejo y como ventana, es decir, en el que nos vemos reflejado y a través del que descubrimos a los otros.
Rotundamente, infravaloramos a los jóvenes; pero no solo como lectores. Ellos también quieren comprender el mundo que les rodea y mi experiencia con ellos, a través de muchos encuentros en institutos, bibliotecas, etc. así me lo confirma. Buscan personajes de verdad, no de cartón piedra o de animación programada; desean que esos personajes sientan como ellos, tengan sus mismas dudas, sus mismas frustraciones, sus mismos anhelos. A un joven de catorce, quince, dieciséis años no podemos escamotearle nada, ni temáticamente ni tampoco estilísticamente. Y si lo hacemos, ellos serán los primeros que se sentirán engañados. Hay que ser muy honesto cuando se escribe para jóvenes. 
¿Dónde sitúa usted las causas del acoso? ¿Es  una cuestión de educación o proviene de algo más profundo, del espíritu gregario y de ese irracional miedo al diferente, de la propia insatisfacción? Uno de sus protagonistas dice en un momento que a su edad tienen que permanecer a la manada.
Creo que en la pregunta ya está contenida la respuesta. En la adolescencia el grupo, la pertenencia al grupo, es importante. El grupo marca las pautas a seguir y, por lo general, nadie desea sentirse excluido del grupo. Se desconfía del que no forma parte del grupo, del diferente. Esto no deja de ser paradójico, pues el joven se encuentra en una etapa de la vida en la que necesita autoafirmarse, crecer individuamente, formar su carácter y su personalidad. Lo peor es cuando el grupo se convierte en manada y lo irracional se convierte en lo habitual. Evidentemente, la educación debería ser un factor esencial.

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