'Yo ilustro para un buen lector': Gabriel Pacheco

    El ilustrador mexicano ha sido nominado para el Premio Hans Christian Andersen, que otorga la Organización Internacional para el Libro Juvenil
Gabriel Pacheco (México, DF, 1973) llegó al mundo de la ilustración tras una serie de eventos desafortunados. Podría decirse —incluso— que ha comprobado en carne propia que es cierta esa frase de ánimo que se repiten sin ton ni son aquí, allá y acullá: “No hay mal que por bien no venga”. Y es que fue una crisis económica y profesional la que lo llevó a internarse en este mundo, dejando atrás —hace ya tres lustros— su faceta como escenógrafo.

“Comencé desde lo básico, trabajaba con mi hermana (en un despacho de diseño editorial). En realidad estudié otra cosa y por situaciones económicas de conseguir otro tipo de trabajo que tuviera más ingresos y porque también te llega una crisis profesional, empecé dándole color a sus dibujos, ayudándole a pasar los dibujos en papel (…) Después me fui a España, allá tuve la cercanía fuerte con la ilustración, porque ya había libros de otro tipo, y empecé a imaginar hacer ilustración, de ahí hice algunos proyectos, hice otras ilustraciones personales que después mandé a algunos concursos, tuvieron suerte y de pronto ya estaba yo ilustrando un libro y después otro y otro”.

El correr de los años —y el trabajo, por supuesto— ha puesto a Gabriel Pacheco en un buen lugar en el mundo de la ilustración. Prueba de ello es que a finales de mayo pasado, el Fondo de Cultura Económica  dio a conocer —a través de un comunicado de prensa— que dos de sus ilustradores (Pacheco y Suzy Lee) fueron nominados al Premio Hans Christian Andersen 2016 —conocido como “el pequeño Premio Nobel de Letras”—, que otorga la Organización Internacional para el Libro Juvenil (IBBY) cada dos años.

Al mexicano —radicado en Buenos Aires, Argentina, desde hace siete años— le ha venido bien la noticia, porque significa el respaldo y la confianza de un grupo de expertos: “Que la gente que se dedica a promover, a hacer eventos, a estar estudiando, analizando los libros, ubique mi trabajo, para mí es magnífico, es un logro grandísimo; más allá de la nominación, el hecho de que un grupo de gente profesional se detengan a ver tu trabajo es el gran valor; al final de cuentas cuando uno está trabajando no sabe bien cómo se recibe el trabajo, sobre todo los lectores, esto para mí ya es un gran logro”. 

En su carrera, Gabriel Pacheco se ha dedicado de lleno a la ilustración. Últimamente toma alrededor de cinco o seis proyectos por año que alterna con otras actividades, claro, todas en este mundo: “Por ejemplo, hago cubiertas, tres, cinco al año; o una ilustración para una revista o para un diario o a lo mejor un proyecto de algún pequeño mural, cosas sueltas que puedo ir intercalando. También doy talleres”.

—¿Cuál ha sido el libro que has dicho “qué bien me quedó”?
—Me gustan cuando los estoy trabajando. Cuando ya estoy terminando me gustan todos. Al final siempre, ya que los veo impresos, les encuentro muchos defectos, muchos problemas; a lo mejor por eso me mantengo ilustrando, porque digo “el otro lo tengo que sacar bien”. Siempre digo que el que me va gustando más es el último que he hecho, aunque por supuesto hay un libro que es “Hago de voz un cuerpo” (De María Baranda) que hice ya hace bastante tiempo. Es muy diferente a lo que ya hago, pero ese libro me significó muchísimo, porque fue como si me recibiera de ilustrador. De hecho, ahí encontré la mayoría de ideas que ahora manejo, (fue) como un libro examen.

—¿Y cómo es? Es decir, te proponen varios libros o te dicen “este” y tú aceptas.
—Trabajo con poco editores, pero la relación siempre ha sido un vínculo más allá de laboral, entonces te van conociendo y más o menos saben cómo es tu forma de ver las cosas. Entonces a mí de repente me llaman y me dicen “leí un texto que te puede gustar, ¿te lo mando?”, “Sí”. Me lo mandan y por supuesto tiene mucha cercanía con lo que me gusta. Los editores realmente son a veces los que te van imaginando y te van proponiendo hacer un proyecto.

—¿Has hecho tus propias historias con tus ilustraciones?

—Hice una, era un libro (“La bruja y el espantapájaros”) de un taller que hice con Satoshi Kitamura (uno de los ilustradores de libros infantiles más reconocidos del mundo) hace como 10 años. Lo guardé y en ese entonces una amiga editora que trabaja en el Fondo me dijo “vamos a publicar este libro”. No quería porque todavía siento que me faltan algunas cosas para empezar a publicar mis propias cosas, pero lo quise hacer por cerrar un ciclo. Es un libro que en términos de ilustración se llama "silent book", sin texto, y ahora estoy por terminar tres proyectos míos que también me llevaron mucho tiempo y tal vez se publiquen el próximo año, y digo tal vez porque los estoy llevando muy despacio: uno va a ser un libro para pequeños, los otros tienen texto.

—¿Tu ilustración para niños es diferente?
—Estéticamente tengo algunos registros, pero es más bien por el tipo de texto. Yo en realidad, si acaso estéticamente intento ser más limpio, gráficamente que no esté tan saturado, porque —siempre lo he dicho— yo ilustro para un buen lector y los pequeños son grandes lectores, una cosa es que no entiendan todo, pero eso no es un problema, porque lo perciben y perciben demasiado. Siento que un niño percibe más una imagen en su totalidad, que un gran lector, porque el lector tiene muchos prejuicios y se guía mucho por la información que necesita y el niño es más abierto, va recibiendo toda la información y con eso se forma una idea. Entonces yo ilustro para un buen lector. Tampoco ilustro para enseñar nada, simplemente intento mostrar cosas.

—¿Es amplio el mercado editorial en ilustración?
—En México es muy joven, en Europa, Estados Unidos o Japón el libro ilustrado tiene una tradición más amplia, porque en México todavía hay un vínculo de la ilustración con el ramo de la literatura infantil. Claro que en México hubo un lapso en donde había, por ahí de los cincuenta, un intento y hubo bastante —Diego Rivera ilustró varios libros—, pero por alguna razón desapareció y ahorita se está retomando en México, pero es muy nuevo. Todavía hay mucho por hacer. Hay muchas confusiones, de hecho didácticamente en las escuelas aún no se tienen herramientas claras de cómo catalogar, cómo leerlos; falta construir todavía en cuanto a educación. Pero en México ya hay bastantes propuestas y no solamente en el Distrito Federal, sino Veracruz, Tijuana, Guadalajara, Oaxaca. Lo que sí es cierto es que es muy de extremos, hay pocos lugares que tienen muy bien la cultura de la ilustración en el libro y hay otros que piensan que es un adorno de los libros. Pero yo creo que es cuestión de tiempo.



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