La creación de mundos en la literatura juvenil


Es fácil caer en el error de pensar que todo vale cuando hablamos de literatura fantástica o de literatura juvenil. 

Tendemos a relacionar la fantasía con lo descabellado y, en muchas ocasiones, los mismos profesionales del cine o la literatura fantástica comenten el pecado de hacerlo –pensemos en la penúltima temporada de Juego de Tronos, en la que un dragón atravesaba el mundo más rápido que un avión supersónico–. 

Pero la fantasía no se sustenta en lo alocado, su pilar fundamental es la verosimilitud, como el de cualquier tipo de literatura.

Cuando leemos, establecemos un pacto con el autor del libro que tenemos entre las manos, un pacto que él ha firmado de antemano. Aceptamos creernos lo que nos cuenta, asumir como verdad lo que estamos leyendo. Pero el autor debe ponérnoslo fácil, porque ese pacto de ficción puede romperse en cualquier momento. 

Al escribir literatura fantástica es más importante que nunca favorecer el pacto de ficción para que el lector se sienta cómodo y no perciba que está leyendo una lista interminable de locuras que se van sumando sin orden ni concierto. Es fundamental crear una historia verosímil, es decir, una historia que parezca verdad. 

Y para eso necesitamos dotar a nuestro mundo y a nuestros personajes de una coherencia interna que los sostenga.



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